The Witch (2016)
opera prima de Robert Eggers resulta una bocanada de aire fresco en una marea
de películas de terror que basan su gracia en una sobredosis de jump scares,
rescatando el folclor en los relatos norteamericanos para una bella pieza de
American Goth que nos recuerda, como no hace mucho lo hiciera The Ravenant (2015),
lo desolador y crudo del salvajismo natural en la Norteamérica entonces por conquistar
para nuestra mirada posmoderna, sin la pretensión de recuperar un discurso
moderno de “hombre contra la naturaleza” logra trasmitir un sentimiento de
estar en un lugar prohibido con silenciosas y ominosas amenazas.
La película, situada
en 1630 en Nueva Inglaterra muestra una familia puritana que es desterrada de su comunidad
aparentemente por ser excesivamente fervorosa, al retirarse a las orillas de un
bosque sucesos extraños empezaran a azotar a la familia, empezando por la
desaparición del hijo menor, lo cuál afectará las relaciones entre los miembros de la
misma.
Si bien pudiera pasar
por una pieza con una bella fotografía pero con un guion lento para el
espectador acostumbrado a tramas como “Anabelle” o “Actividad Paranormal”, con
amenazas nunca en escena, es su manejo de las relaciones entre los personajes lo
interesante, es la convulsa dinámica familiar lo que destacar.
Particularmente es de llamar la atención en donde recae la figura femenina
durante el relato.
Partiendo del contexto; es una familia que vive en medio de
una sociedad sumamente represiva y aún dentro de esta es considerada
extremista, hablamos pues de una fuerte construcción de los roles determinados
para cada uno de los miembros de la familia. Al retirarse se asientan a las orillas del bosque, en el límite de lo conocido y lo desconocido.
De los 5 hijos que
poseen, los dos mayores, hija e hijo atraviesan la pubertad, el joven hermano,
Caleb, empezará a notar las formas de la hermana, me es imposible no remontarme
a “El castillo de la pureza” (1972), donde el aislamiento por motivos
religiosos orilla a los hijos mayores a explorar su sexualidad en actos
incestuosos al no tener otra vía de escape a las demandas del cuerpo y del
deseo, en este caso Caleb no pasará, aparentemente, de curiosidad y temor ante
su propio deseo al saberlo prohibido, pero es esta misma frustración la que lo
llevara a cuestionar más adelante las decisiones del padre que imponiendo su
ley frustra su deseo incestuoso con su presencia, sin descuidar el factor
ambivalente de la relación con él, pues aprendiendo sus oraciones y deberes
Caleb espera congraciarse con este.
Se desatan hechos
sobrenaturales con la desaparición del pequeño bebé de la familia, que es
perdido por la hija mayor, Thomasin, que será sutilmente culpada por la madre,
Katherine, que al perder ese hijo como sostén fálico de la falta imaginaria cae
en un torrente de lágrimas que la imposibilita en sus labores cotidianas, al notar
el desarrollo físico de Thomasin será percibida por su madre como una rival en
cuanto ser poseedora del rol femenino de la familia, clamara por que sea
devuelta a la comunidad al no considerar apropiado, de acuerdo a la usanza de
la época, que la hija adolescente viva en el mismo techo de sus hermanos, Thomasin y
entonces oculta las faltas de su padre lo cual establece cierta complicidad con
él en detrimento de figura materna, puede mentirle a su madre y asumir las
culpas del padre en un acto desafiante a la madre.
Tomasin se declarara como la bruja del bosque
ante sus hermanos menores en un intento de asustarlos, algo que jugara contra
ella más adelante, pero que resulta interesante como intento simbólico de
posicionamiento ante los otros, Thomasin busca ser reconocida como sujeto de
deseo, desligarse de la simbiosis familiar con arraigados valores que
privilegian al colectivo para ser un individuo.
Los pequeños mellizos
que pasearan por la película jugando y diciendo que hablan con la gran cabra de
la familia serán un elemento ominoso así como la misma cabra, Black Phillip.
Caleb, en un intento
por evitar la hambruna de la familia y por consecuencia que su hermana sea
retirada de él emprenderá un viaje al bosque para cazar, donde será acompañado
por Thomasin, se abren emocionalmente en la profundidad del bosque y el elemento ominoso
se hace presente en una liebre, quizá para interrumpir lo verdaderamente
terrorífico que sería la consumación del deseo incestuoso entre los hermanos,
reforzado esto en que Caleb se pierde en el bosque así como Dante que se
enfrenta en su propio bosque a tres bestias, incluida la de la lujuria, así
Caleb cede a su deseo al toparse con la bruja del bosque en forma de femme
fatale, muy alejada de una Baba Yaga común que nos pintan al principio de la
película. Thomasin regresa y la desaparición de su hermano acrecienta la
desconfianza de la madre hacia esta, Caleb regresa desnudo y enfermo, solo
siente culpa quien ha cedido a su deseo dirá Lacan. Finalmente Caleb muere en
medio del delirio.
Ante la acusación de
la madre sobre la hija el padre cede a creer que su hija sea la causante de los
males que los aterran, es entonces que Thomasin reclama a su padre por la
incapacidad de cumplir con su rol como proveedor así como de sus malas decisiones que culminaron en la muerte de 2 de sus hijos, denuncia de esta manera su impotencia
manifestando el discurso histérico que plantea Lacan:
Donde el sujeto escindido ($) demanda al Amo
(S1) que su saber (S2) no alcanza para acceder a la verdad (a) siendo esta la
causa del deseo, pues la verdad puede ser dicha no-toda. El padre, ahora castrado simbólicamente, arremete en su impotencia contra Thomasin y es asesinado por la cabra al desaparecer los mellizos durante la noche. Katherine furiosa
reclama a Thomasin el intentar seducir a su hermano y padre en vida, ver a su
hermano Caleb con lujuria cuando era precisamente la situación era a la
inversa, a su pesar Katherine reconoce a Thomasin reconoce el deseo en su hija y
al hacerlo lo reconoce en sí misma. Thomasin termina por asesinar a su madre y al
hacerlo se libera de las imposiciones que se cernían sobre ella y que denuncio
de forma histérica, tanto las religiosas como las sexuales, se quita entonces
las ropas y se une al aquelarre en un cuadro que recuerda a Goya, así su goce
la hace elevarse dispuesta a vivir deliciosamente.
La figura de la mujer
histérica desde la época de Freud ha sido una figura incómoda para el status
quo, pues su discurso denuncia implícitamente la impotencia he inconsistencias
del orden patriarcal, político, religioso y básicamente de cualquier Amo, ante
la incomodidad que genera, el medio más fácil para reducirlo es por medio de la
exclusión y el descrédito, allí radica la importancia de Freud en el estudio de
la histeria pues lejos de excluir analiza la lógica en lo aparentemente irracional.
Ante la imposibilidad
del hombre de desligarse de su lógica fálico-castrativa llena de binarismos es
que la imagen sintomática de La Mujer se hace presente siendo rodeada de una mística
a la que se le atribuye, por un lado, el reflejo de la idealización de la madre
pura, casta y rescatadora, y por otro el de la puta con la que se logra sortear
la barrera del incesto, en ambos casos la incapacidad para entender la demanda
del deseo femenino al escapar de su entendimiento el existir de un goce no-fálico
se le atribuyen respuestas o saberes prohibidos, de allí la figura de la bruja
que accede al saber por medio del pacto con el diablo y goza de este en
aquelarres báquicos donde el delirio y la catatonia parecen poseer a los
cuerpos, el gran acierto de la película es resignificar el aquelarre como acto
de liberación y reivindicación de la posición femenina en un festival que
parece simbolizar la libre asociación por fuera de los límites sociales.
Solo queda plantear
la pregunta de Black Phillip….
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