4/7/16

American Beauty: De la ingenuidad a Istagram


En los 90´s Fukuyama proclama el fin de la historia solo unos cuantos años después de la caída del muro de Berlín, había triunfado el capitalismo, Bosnia, Kosovo y el Golfo Pérsico parecían entonces solo un espectáculo de luces en los noticieros, Jean Baudrillard llegara a decir que esta última no había tenido lugar, y aunque terribles, no lograban que la apática generación X guardara dentro de sí una meta teleológica más allá de ver Beavis and Butt-head en MTV, resulta difícil culparlos cuando, a pesar del triunfo nadie creyó en él, para entonces los Grandes Relatos habían caído, no era la razón, ni el capital, ni la igualdad, ni había ya Una Verdad. Desgraciadamente, aunque pudiéramos pensar que la sustitución de una Gran Verdad por pequeñas verdades o micro-relatos particulares daría lugar al respeto y diversidad, el perder la brújula ideológica paradójicamente ha ido construyendo una nueva Verdad nihilista, así, cuando escucho Smells Like Teen Spirit lo que escucho es un himno a la ausencia de sentido.

Sin embargo no todo en los 90´s fue malo, y como ejemplo en esta ocasión esta American Beauty (1999), película dirigida por Sam Mendes y escrita por Alan Ball, en esta Lester Burnham atraviesa una crisis de la edad donde al liberarse de su estilo de vida suburbano y monótono realizara una serie de cambios en su vida que afectaran las relaciones existentes con su familia y sus vecinos los Fitts, implícitamente hará una sátira al sueño americano, de cierta forma me recuerda otro producto noventero, Fight Club, donde directamente se atacaba al consumismo, Por su parte American Beauty parece juzgar duramente la serialización de la subjetividad orientada entonces a la banalidad de la moda, la música pop, el trabajo asalariado, el éxito y demás aspectos de la vida que en su actuar cotidiano llegan a resultar ridículos cuando al no existir una gran Verdad esos ideales no son garantía de alguna clase de felicidad, sino de vulgaridad y estupidez al volver a las masas a-críticas, sin embargo esto igualmente nos conduce a cierto cinismo respecto a lo que pudiera realizarnos como personas, pareciera que no hay forma de sortear el teatro de lo absurdo que se cierne sobre nosotros, sin embargo la película parece resolverlo por medio de la reconciliación con los pequeños momentos fugaces que dotan de algún sentido a la vida, apreciando los detalles y la belleza sutil oculta en lo cotidiano.



A pesar de lo anterior, quizá debamos verla desde a través de una retrospectiva, puede que durante los noventa la clase media estadounidense se considerada perdida en un bucle de superficialidad y frustración, sin embargo la antítesis a Fukujama llegaría el 11 de septiembre de 2001, el ataque a las torres gemelas, la subsecuente aprobación de la ley patriota con sus efectos en la población y la llamada "Guerra contra el terrorismo" donde Bush clamaba tener a Dios de su lado parecen retomar del modernismo las grandes verdades en favor de la lucha contra una otredad que con su existencia amenaza su consolidación como hegemonía. De cierta forma este evento despertó a los occidentales a la realidad de la existencia de otra civilización que ante el avance del imperialismo se recrudecieron, al intentar ser borrados simbólicamente reaparecieron en lo real de forma impactante, en vivo y ante millones de personas, ya no como luces sino impacto en la cotidianidad, pues habían atacado el corazón de occidente. El enemigo terrorista podría estar donde sea y ser cualquiera, despertando entonces una paranoia que sustituiría el desencanto por el porvenir.


Desde entonces, las crisis económicas como griega y española, el rescate a los bancos, las políticas neo-liberales, la primavera árabe, las guerras en medio oriente, el terrorismo y demás hacen parecer a los noventas como una época ingenua ante las amenazas que pronto se abalanzaron sobre ella. Siendo así resulta un tanto absurda la idealización a la masturbativa autocontemplación con la que la película cierra. Ricky Fitts en la película suele grabar la "Vida bajo las cosas" y en esencia eso es aquello que se ha idealizado en la actualidad, la reconciliación con lo cotidiano ha llegado al punto del ridículo con redes como Instagram donde bientencionadamente se muestra un compendio de esos delicados momentos que se llegan a perder como lágrimas en la lluvia si no son capturados, pero lejos de ser un zoológico fantástico es un síntesis de la nueva banalidad occidental donde el zoom a gotas de roció matutino y las ramas de los árboles secos se han elevado a evocaciones psudo-poéticas de adolescentes pretenciosos sin realmente un mensaje que dar, es la imagen sobre el discurso o incluso un discurso de imágenes vacías. Por su parte Lester es un anti-héroe cínico, sabe que la imagen se privilegia por encima de la sustancia y hace ejercicio no por salud sino para verse bien desnudo, es notorio como el negocio de esculpir el cuerpo ha ido en aumento con la apertura de tantos gimnasios y dietas proteínicas o veganas, es como si se hubieran rendido en intentar conocer al otro, o siquiera tener un interlocutor y todo rito o vuelta en la seducción se hubiera vuelto tan superfluo que finalmente fue desechado y los match en las fotos de aplicaciones de citas fueran más importantes.



Ahora no tenemos la excusa del desconocimiento. Tal vez amamos tanto las imágenes de bolsas bailando al viento porque ya no es tan fácil encontrar sonrisas en los cadáveres. 


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